El vino forma parte de nuestra cultura y sociedad, así el desarrollo económico y cultural de España también se ha plasmado en el mundo del vino. El público desea cubrir novedades gracias a sus conocimientos, preparación y exigencia lo cual obliga al bodeguero y enólogo a ofrecer un producto más selecto en un panorama donde la competencia es cada vez mayor.
Los sentidos que permiten percibir los estímulos sensoriales que ofrece el vino son la vista, gusto y olfato. El oído y tacto también participan pero de una manera menos predominante.
La vista permite apreciar el color, que informa sobre el tipo de vino, incluso entrega datos sobre el cuerpo, edad y estado. También se aprecia la fluidez, razón por la cual presenta movilidad cuando se agita en la copa. Así mismo se detecta la limpieza y el desprendimiento gaseoso en el caso de los vinos de aguja y espumoso.
En cuanto al olfato, tenemos los aromas primarios, propios de la variedad con la que se elabora el vino. Los secundarios, corresponden al olor vinoso intenso que aparece durante la fermentación. Los terciarios, conocidos como bouquet, provienen de la crianza. Al introducir la nariz en la copa se notan los aromas primarios; al agitarla, aparecen los secundarios. Finalmente, al moverla y dejarla reposar surgen los terciarios.
Los vino huelen a flores, frutas, hierbas, madera, especias y una extraordinaria cantidad de sustancias distintas del vino,
El gusto, por si solo, percibe seis sensaciones que dependen de la estimulación de las papilas gustativas: dulce en la punta; salado y ácido a los lados; amargo en la parte posterior; que son los sabores primarios.
Por otro lado, están las sensaciones relacionadas con el aroma en boca: el máximo saber se manifiesta cuando el vino llega al velo del paladar y se empieza a tragar. Sus vapores ascienden a los nervios olfativos por los canales que unen la boca con la nariz.
El tacto se percibe en la boca, al sentir del vino el cuerpo o peso, la untuosidad, astringencia, tanino, presencia de gas carbónico, la temperatura y su armonía o equilibrio.
El oído percibe el sonido al servirlo y es importante, especialmente en el caso de los vinos espumosos, gracias al zumbido que produce al gas carbónico.
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